Me encanta la magia. Desde muy pequeño mi madre me acompañaba a espectáculos donde un mago aparecía frente a mí y me hacía disfrutar y soñar con cosas imposibles. Al madurar todos vamos perdiendo parte de esa ilusión, aunque algunos de nosotros no queremos desprendernos de ese niño que disfrutaba una y otra vez de la magia de un director de cine irrepetible.
Lo recuerdo como si fuera ayer, la primera vez que oí de él no fue precisamente con una de sus películas como director, sino precisamente de aquellas que producía en los dorados años 80.
Cuando las luces del viejo cine Mola se apagaron, aparecieron ante mí una serie de personajes, niños y jóvenes de mi misma edad, que participaban en una aventura emocionante en busca de un tesoro pirata. Donde algunos vieron una simple cinta de evasión, otros vimos una película generacional, donde el valor, la amistad y el aprender a ser mayor se hacían presentes en una fábula repleta de emoción. Esa película era “Los Goonies”.
Fue en ese momento cuando leí su nombre por primera vez.
Mis recuerdos cinematográficos también están vinculados a la televisión, especialmente a las sesiones de Viernes Noche. En la pequeña pantalla fui poco a poco conociendo a los más grandes del séptimo arte y de nuevo me volví a cruzar con él.
Me marcaron especialmente dos películas, en una de ellas una serie de personas y científicos (uno de ellos con acento francés) iban en busca de una señal misteriosa que los llevaba hasta una montaña llamaba la Torre del Diablo. La poderosa imagen de los helicópteros en el desierto del Gobi descubriendo un barco encallado en medio de las dunas me dejó clavado en el asiento. La película terminaba con un juego de luces digno, como decía al principio, de los mejores magos e ilusionistas. La película se titulaba “Encuentros en la tercera fase”. Desde ese día no solamente empecé a admirar más si cabe a su creador, sino que también me empezó a abrir la mente ante la posibilidad de la existencia de vida más allá de nuestro planeta.
La segunda experiencia fue algo más traumática, en esta ocasión una familia clásica americana se trasladaba a vivir a su nueva residencia. Tras una introducción “amable”, aquello se convirtió en otro juego de ilusión, pero algo más siniestro. Al parecer una niña pequeña, rubia y encantadora, había desaparecido, y sus padres intentaban por todos los medios recuperarla. Para ello llamaron a una serie de expertos para descubrir el misterio de la casa. En ese momento una serie de espectros y seres sobrenaturales bajaban por una escalera en una escena que consiguió que no durmiera en toda la noche. La película se titulaba “Poltergeist”.
Y volví al cine, esta vez mi madre me dejó con tan solo doce años en la puerta de una sala de reestreno. No sabía que película iba a ver y tampoco estaba preparado para la experiencia que en esta ocasión me tenía preparado mi mago favorito. En la pantalla apareció una selva y una serie de personajes encabezado por un señor con látigo y sombrero. Ni que decir tiene que esta nueva experiencia consiguió despertar algo en mí, un antes y después que se tradujo en una frase que le lancé a mi madre a la salida “quiero dedicarme a esto”. La película se titulaba “En busca del Arca Perdida”.
Este fin de semana la ilusión vuelve a los cines, el mismo mago que me hizo soñar con bicicletas voladoras, con naves espaciales, con tesoros por descubrir, regresa con fuerza renovada. Pero en esta ocasión la verdadera magia no se encuentra en algo sobrenatural o imposible, sino en algo tan sencillo como la amistad y el respeto que los seres humanos tenemos que procesar por nuestros compañeros los animales. Compañeros de viaje de nuestro pequeño y frágil planeta.
Y es que este mago ha sido capaz, no solamente de hacerme disfrutar de horas y horas de entretenimiento, sino de enseñarme los valores fundamentales que poco a poco han ido forjando mi personalidad y mis sentimientos. Sentirlos ha sido la mejor experiencia de mi vida.
Gracias Steven.
Un artículo escrito por Francisco Javier Millán
Al pertenecer a una generación anterior (tengo bastantes mas años que Javier), las impresiones que fui recibiendo de los films Spielberg fueron distintas, cuando acompañaba a mis hijos a verlos. Pero coincido totalmente en lo de su magia. Es único e irrepetible.
ResponderEliminarManolo Aparicio